domingo, 30 de noviembre de 2014

Iluso regreso al jardín de infancia

Me siento. Mi mente está demasiado confusa y saturada tratando de poner en orden mis pensamientos. Demasiadas emociones para tan poco tiempo. En las últimas semanas muchas cosas han cambiado. No sólo en mí, también en mi entorno. Mi madre y mi padre ya no se miran igual. Mi perro no se comporta de la misma manera. Es lo que en lingüística se conoce como pertinentización, la actividad de decidir qué hechos o aspectos son pertinentes y cuáles no. En este caso, cuando crecemos dicho proceso tiene lugar. Maduramos. De repente empezamos a darnos cuenta de que algunas personas abandonan este mundo y ya no regresan jamás. De niños nos decían, en cambio, que nuestro abuelo, por ejemplo, se había tenido que marchar de viaje y que tardaría mucho tiempo en regresar, pero allá dónde estuviera, él nos seguía amando y cuidaba de nosotros. Cuando creces, eso cambia. Ya no hay viajes, sino cajas y recuerdos amargos. La ignorancia de un niño, su inocencia es lo que muchas veces necesitamos los adultos. Necesitamos algo que nos ayude a escapar de la realidad, a evadirnos, algo que nos diga que todavía hay esperanza, que no todo está perdido.

Inocentes nosotros por creer que esto es posible. La verdad es que no podemos volver al jardín de infancia. La infancia es una etapa más de nuestras vidas y, como toda etapa, tiene un principio y un fin. Pero el fin de una etapa marca el inicio de la siguiente. Cada sucesión implica pérdidas y ganancias. Muchas veces pienso que  sólo perdemos cosas buenas y no hacemos más que ganar cosas malas. Pero en esos momentos me acuerdo de ti, de tus ojos y pienso: gracias a Dios que dejé mi infancia atrás, pues sin ello jamás habría podido conocer a la persona que alumbra mis días. Tu ausencia me ciega y ensordece. Cuando no estás a mi lado no veo en el mundo más que vacíos como los que dejan las personas que se han ido de viaje tan lejos que no regresarán jamás.

En los días más oscuros, como éste, en los que todo mi pensamiento se vuelve triste, tu recuerdo me ilumina y me ayuda a seguir adelante. Desde allá dondequiera que te encuentres, sigues animándome. De alguna manera siento como me mandas tus energías, aquellas antaño inagotables. La distancia no hace el olvido, lo hacen las personas, y mientras que uno de nosotros recuerde, nuestra historia seguirá viva. 
Escribiré nuestra historia en el mundo, para asegurarme de que, cuando nuestros cuerpos yazcan criando malvas, el mundo entero nos recuerde. Y así, nuestro amor será eterno, tal y como un día nos prometimos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario