Me siento. Mi mente está demasiado confusa y
saturada tratando de poner en orden mis pensamientos. Demasiadas emociones para
tan poco tiempo. En las últimas semanas muchas cosas han cambiado. No sólo en
mí, también en mi entorno. Mi madre y mi padre ya no se miran igual. Mi perro
no se comporta de la misma manera. Es lo que en lingüística se conoce como
pertinentización, la actividad de decidir qué hechos o aspectos son pertinentes
y cuáles no. En este caso, cuando crecemos dicho proceso tiene lugar. Maduramos.
De repente empezamos a darnos cuenta de que algunas personas abandonan este
mundo y ya no regresan jamás. De niños nos decían, en cambio, que nuestro
abuelo, por ejemplo, se había tenido que marchar de viaje y que tardaría mucho
tiempo en regresar, pero allá dónde estuviera, él nos seguía amando y cuidaba
de nosotros. Cuando creces, eso cambia. Ya no hay viajes, sino cajas y
recuerdos amargos. La ignorancia de un niño, su inocencia es lo que muchas
veces necesitamos los adultos. Necesitamos algo que nos ayude a escapar de la
realidad, a evadirnos, algo que nos diga que todavía hay esperanza, que no todo
está perdido.
Inocentes
nosotros por creer que esto es posible. La verdad es que no podemos volver al
jardín de infancia. La infancia es una etapa más de nuestras vidas y, como toda
etapa, tiene un principio y un fin. Pero el fin de una etapa marca el inicio de
la siguiente. Cada sucesión implica pérdidas y ganancias. Muchas veces pienso
que sólo perdemos cosas buenas y no
hacemos más que ganar cosas malas. Pero en esos momentos me acuerdo de ti, de
tus ojos y pienso: gracias a Dios que dejé mi infancia atrás, pues sin ello
jamás habría podido conocer a la persona que alumbra mis días. Tu ausencia me
ciega y ensordece. Cuando no estás a mi lado no veo en el mundo más que vacíos
como los que dejan las personas que se han ido de viaje tan lejos que no
regresarán jamás.
En los días más oscuros, como éste, en los que todo
mi pensamiento se vuelve triste, tu recuerdo me ilumina y me ayuda a seguir
adelante. Desde allá dondequiera que te encuentres, sigues animándome. De
alguna manera siento como me mandas tus energías, aquellas antaño inagotables. La
distancia no hace el olvido, lo hacen las personas, y mientras que uno de
nosotros recuerde, nuestra historia seguirá viva.
Escribiré nuestra historia en el mundo, para
asegurarme de que, cuando nuestros cuerpos yazcan criando malvas, el mundo entero
nos recuerde. Y así, nuestro amor será eterno, tal y como un día nos
prometimos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario